domingo, 24 de abril de 2022

Aprendiendo a vivir (sin ti)

Hija mía, cuanto me acostó el primer año de tu llegada aprender a vivir y a aceptar tu discapacidad, después siempre te he sentido un regalo de la vida, con esa sonrisa siempre, esa mirada que veía más allá de las personas, esos besitos con babas y esos abrazos que reiniciaban tu día y a veces hasta tu vida...
Hace un año y cinco meses que nos dejaste y lo único que he aprendido para sobrevivir es a no pensarte.
Imagino que desde algún sitio me verás y ves cuánta gente tengo alrededor que me quiere y me conoce, que cua do tienen la oportunidad me dicen lo mal que me ven, lo distinta que es mi sonrisa y que ya saben que aunque salga a tomar algo, ni toda la música del mundo va apagar el ruido y el dolor de mi corazón.
Pocas, muy pocas veces me rompo delante de nadie, no sé porque narices aprendí a hacer eso de pequeña y a ponerme ésta pesada armadura. Intento que Itziar no sea así, pero creo que en eso va a ser como yo.
El otro día me rompí con una amiga y se asustó de verme llorar y en ese estado de ansiedad, aunque me dijo que lo ve detrás de mí sonrisa, pero lo que más me gustó es que no me dijo "no llores", me dijo que se alegraba que me hubiera roto con ella y que esperaba que lo hiciera más veces, y la verdad es que sienta bien llorar con alguien y no siempre tragarse todo y poner buena cara.
Te echo mucho de menos, tu partida me ha transformado, me ha destrozado, me ha hecho ser otra persona, aún me estoy encontrando, pero me voy reconociendo.
Sólo puedo como siempre, agradecer a la vida la oportunidad de haber sido tu madre. Te quiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario