viernes, 23 de junio de 2017

Ponte en mi lugar no en mi plaza.

Hay ciertas cosas en la vida que mucha gente desconoce su uso o su buen uso o incluso su existencia, dos de ellas son los intermitentes de los coches, que para quien no lo sepa, vienen de serie y no te cobran ningún plus por ellos y otra son las plazas reservadas para personas con movilidad reducida.

Este artículo lo voy a dedicar a éstas, a las desconocidas plazas para discapacitados, esas pintadas de azul o blanco, con un dibujo de una silla de ruedas, acompañadas de una señal azul con el mismo dibujito.

¡Dios! Que molestas son. En todos los barrios hay alguna, en la puerta de los centros de salud, de la piscina, del ayuntamiento… y yo que quiero aparcar cerca y llevo 10 vueltas sólo veo ese sitio libre y no puedo entender porque narices pintan tantas ¿verdad?...

Pues así somos, como no nos toca de cerca somos incapaces de comprender que esas plazas están para quien las necesite en el momento que las necesite, que no son una plaza de carga y descarga para dos minutos que dejo a mi hijo en la piscina o la guardería, no son para poder pedir hora en la peluquería o esperar que baje mi novia, ni siquiera para que el cartero pueda repartir un paquete, ¡No!, en ese momento, puede que llegue un niño enfermo a su casa que necesite urgentemente llegar, aparcar y que su madre le aspire los mocos por la traqueotomía, que le ponga un nebulizador porque el calor le está secando los bronquios o pueda cambiarle un pañal de caca antes de se meta las manos y unte el coche entero. También puede ser una persona mayor, con un golpe de calor, la tensión alta, un bajon de azúcar o un momento de mareo tal que se encuentre lo suficientemente desubicado para ponerse a dar vueltas a la manzana esperando que la plaza de discapacitados de su portal esté libre y se vaya ese coche con las luces de emergencia anunciando que no le pertenece estar ahí, pero igualmente lo ha hecho.

Nos hemos hecho insensibles, no nos ponemos en el lugar del otro, pensamos que son plazas VIP, que la gente las tiene por placer, juzgamos al que sale caminando de su coche cuando vemos la tarjeta sin pensar si viene a recoger a alguien, si tiene una cardiopatía grave o cáncer, motivos por los cuales también pueden darles una tarjeta de movilidad reducida, lo decide un tribunal médico.

Nosotros no somos quien decidimos, habrá quien haga un uso fraudulento de la tarjeta, allá su conciencia si conoce el mundo de la discapacidad.

Yo os invito a reflexionar, a pensar un poco en los demás, a dar las gracias por no tener una tarjeta azul que nos de autorización a usar esas plazas, tener un hijo con discapacidad es duro, tener un familiar discapacitado es duro y luchar cada día contra cada contratiempo nos quita fuerza para dedicar a los nuestros.

Ayudarnos. No nos pongas barreras. Haznos la vida un poco mas fácil.

NO APARQUES EN PLAZAS DE DISCAPACITADOS.

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