Cuando noté que mi estado de ansiedad se alargaba en el tiempo acudí al psiquiatra y me dió medicación. Menos mal. Cuando empezó a hacerme efecto es cuando llegó el tornado. El diagnóstico de papá, luego el Covid de Francina y el de toda la familia... Y creo que gracias a estar ya medicada lo llevé de otra manera más sosegada para acompañar a Itziar.
Últimamente me resuena mucho éste tema de cómo afecta nuestro estado de ánimo a los niños. En mi caso pedí ayuda porque pienso que es importante educar a los niños desde el respeto, les llegan las palabras y el ejemplo, cuando gritamos dejan de escuchar y solo ven movimientos bruscos y escuchan ruido, no lo digo yo, lo dicen numerosos estudios.
El primer mes de fallecer Francina no podía llorar, estaba bloqueada, la medicación no me dejaba llorar y el psiquiatra me ofreció quitarla. No quise. Necesitaba llorar, pero también necesitaba que Itziar me viera bien y equilibrada y primaba el bienestar de ella.
Recuerdo cuando era niña que tuve un maestro que nos pegaba, nos gritaba y nos humillaba. Sólo al que hacía algo mal o se movía o se comportaba de manera indebida (con 6 años). En clase había niños de todo, unos que hasta se hacían pis del miedo aunque fuera a otro al que le reñía, otros que miraban hacia otro lado porque sabían que a ellos nunca les tocaba y otros que estaban hasta acostumbrados y me imagino que habrán sido unos desgraciados toda la vida. Yo tuve suerte, mi madre lo vio y me cambió de colegio.
Mi hija es de esas personas, como yo, que cuando ve una injusticia no puede callarse aunque le salpique y me hace sentir muy orgullosa. Sé que el día de mañana si ve una pelea no será la que grabé con el móvil, será la que separe o la que llame a la policía. ¿Quién quieres que sea tu hijo?.
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